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Los francotiradores del Ejército español nos desvelan sus secretos

Nuestro colaborador Miguel Perez Villatoro (a.k.a. Plumilla) publica hoy este interesante artículo sobre los francotiradores hoy en la web del ABC.

Como cada día, el cabo Carlos Fuentes mira a través del visor de su fusil Barret mientras trata a duras penas de resistir el frío y la llovizna que, en esta mañana grisácea, le hacen compañía. Tumbado sobre la hierba, y encima de un pequeño risco, su posición es imperceptible para todo aquel que no sepa que está ahí. De repente, vislumbra a lo lejos a dos hombres. Fija el blanco y solicita a su observador, el cabo Mario Fernández, la información básica para realizar el tiro. «¿Viento?». «Nulo», responde su compañero. El soldado apunta y... no hace fuego. Primero, porque esto no es más que un ejercicio, y, segundo, porque la tarea del francotirador no es siempre causar baja al enemigo, como nos muestran erróneamente las películas

Tanto Carlos y Mario, como el resto de sus compañeros ataviados durante el entrenamiento con el traje de camuflaje «ghillie» (el cual, una vez puesto, les convierte en un arbusto que pasa desapercibido en el forraje) forman parte del pelotón de observación de la sección de reconocimiento del Regimiento Asturias 31. Éste, a su vez, se encuentra enmarcado en la Brigada de Infantería Acorazada Guadarrama XII. «La más potente del Ejército de Tierra», según afirman con orgullo. Como tal, la BRIAC XII (así se la conoce de forma abreviada) cuenta con unos tiradores expertos como ellos para que hagan las veces de avanzadilla y sean los ojos y los oídos de los compañeros que, tras de sí, operan en carros de combate.

La verdadera misión del «tirador de precisión»


«Al estar dentro de una unidad mecanizada, lo que más valor tiene es la información que podemos obtener del enemigo. Su entidad, los sistemas de armas que tiene a su disposición, si es capaz de abatir uno de nuestros carros?. Es más importante eso que el que delatemos nuestra posición para acabar con un solo objetivo», explica el cabo primero Carlos Nogales. Así pues, y aunque están instruidos para causar baja, estos francotiradores (o «tiradores de precisión», como prefieren que se les conozca debido a que están encuadrados en una unidad) insisten en que su labor está lejos de lo que muestran películas como «El francotirador», la cual ha llegado este fin de semana a los cines españoles de la mano de Clint Eastwood.

«En las películas la gente va a ver acción, si les mostraran una misión rutinaria de las nuestras en las que observarnos durante 10 o 20 horas al enemigo, nadie iría al cine, pero lo tenemos que hacer para mantener seguros a nuestros compañeros», explica el sargento Ángel Moreno. Esta idea la corrobora el teniente Sergio Velasco, quien considera que, aunque hay equipos específicos que si «sueltan a sus soldados 15 días para que cumplan un objetivo» y durante ese tiempo no tienen más remedio que hacer cosas muy peliculeras como orinar en un bote, la gran mayoría de los tiradores de élite se dedican a otro tipo de tareas menos «Hollywoodenses».

El brigada José Julio Vicente, del gabinete de Comunicación de la BRIAC XII, es de la misma opinión: «Hay un número reducido de grupos con una forma de trabajar que se acerca más al estilo de las películas, pero la nuestra es una unidad mecanizada convencional que envía a sus "tiradores" como avanzadilla a unos 10 o 20 kilómetros de la fuerza principal para que recaben información. Si en pleno combate se cortara la comunicación y se quedasen aislados, tendrían la capacidad y la instrucción para sobrevivir solos durante muchas jornadas, pero no es lo normal». Con todo, este es el trabajo real de la mayoría de los francotiradores españoles, una labor vital para su unidad, pero que suele ser exagerada por la factoría «Hollywood» para ganar espectadores.

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