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5 mentiras del cine sobre las armas de fuego

Municiones infinitas, armas que no se encasquillan, balazos curados con un trago de whisky, coches que explotan con el roce de un proyectil... Ninguna de estas cosas (ni otras muchas más) son ciertas, aunque queden bien en una pantalla.

Incluso los fans de los filmes austrohúngaros con subtítulos en inglés lo admitirán, llegado el momento: una peli de tiros es algo que le gusta a casi todo el mundo. Gracias a titanes como Schwarzenegger, Stallone o nuestro admirado Bruce Willis, el cine más divertido y palomitero y las armas de fuego son casi sinónimos.

1. Los francotiradores: el arte de la paciencia

"Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para la guerra y mis dedos para la batalla... ¡Bang!". Si Steven Spielberg no hubiese llenado Salvar al soldado Ryan de referencias realistas, y si no nos hubiese mostrado ya al francotirador Jackson portándose como un sibilino cazador, juraríamos que esta fantástica escena es una fantasmada enorme.

Porque ventilarse a un pelotón de soldados nazis entre versículo y versículo del Salmo 143 está muy lejos del verdadero procedimiento de un verdadero francotirador. En palabras de nuestro experto Manuel, que es tirador selecto de Infantería, "la actividad de un francotirador se parece a la de alguien que caza ciervos y que espera a que pasen frente a él: una película que lo describe bastante bien es Enemigo a las puertas".

2. ¡Cuidado con el retroceso!

Al ver a alguien disparando en una película, puede apreciarse cómo se mantiene en pie sin apenas esfuerzo entre disparo y disparo. Es incluso posible que camine o corra mientras lo hace. En la vida real, olvídate de esto: el retroceso de un arma de fuego tiene consecuencias muy serias. Según nos explica Manuel Romero, "hay que desarrollar resistencia en el brazo, aprender a coger la pistola, y apuntar de la manera adecuada".

¿Qué ocurre si incumples esta norma? Pues, por lo pronto, que puedes dislocarte la muñeca o el brazo. O algo peor: "He visto vídeos de tiradores inexpertos dándose con el cañón de la pistola en la cara", explica nuestra fuente. De ahí que pistolas de calibre exagerado, como la Desert Eagle 50 E (la manejada por Hugo Weaving en Matrix) sean consideradas como grandes trastos inútiles por los expertos. Que alguien se lo explique a la Angelina Jolie de Wanted, por favor.

3. Los silenciadores no silencian tanto

Lo hemos visto, por ejemplo, en No es país para viejos : una vez aplicado al cañón de una pistola, o incluso de un rifle (todo un señor Remington 11-87, en ese caso), un silenciador reduce su estampido a un ruidito casi inaudible. Pues, una vez más, mentira podrida: el silenciador atenua el sonido provocado por la deflagración de la pólvora... Pero sólo eso, y estamos hablando de un volumen de 140 decibelios que se reduce a 120 decibelios en el mejor de los casos: justo el umbral de dolor del oído humano.

Así mismo, los silenciadores (que, por cierto, están prohibidos) no reducen el boom sónico de las balas. Por otra parte, no todas las los aceptan. "Tienen que ser pistolas con la bocacha muy larga", indica Manuel Romero. Y prosigue: "Algo que queda ridículo es ver a personajes de película colocándolos a presión, cuando se ajustan mediante una rosca o un tornillo".

4. La munición se acaba, y las armas se encasquillan

"¡Si jodes a Tony Montana, estás jodiéndole al mejor", clamaba Al Pacino en El precio del poder mientras disparaba su ametralladora incansablemente. Aunque la escena le quedó muy bien, si Brian DePalma la hubiese rodado de forma realista hubiera quedado muchísimo más corta: un fusil automático AK-47, por ejemplo, dispara 700 balas por minuto, lo cual resulta muy espectacular... Salvo si contamos con que el cargador tiene 30 balas, y que el proceso de recarga lleva su tiempo.

Eso, por no hablar del hecho de que, si no la manejas con cuidado, el arma puede encasquillarse al recargar, o si se dispara demasiado rápido. "El casquillo puede bloquear el cierre, o el cargador puede atascarse", nos informa Manuel Romero. Ahora, recordemos que un cargador de una pistola admite unas 7 balas. Echa cuentas...

5. Una herida de bala: una cosa muy seria

Este epígrafe puede parecer una perogrullada, pero no nos cansaremos de decirlo: la peor frivolización de Hollywood sobre las armas de fuego es minimizar las consecuencias de un balazo. El hecho es que la mayoría de las armas tienen el cañón estriado (que hace que la bala gire sobre sí misma, aumentando su velocidad) y que fenómenos como el shock hidráulico (muy resumido: el daño provocado por el desplazamiento de los fluídos corporales), por no hablar del movimiento del proyectil dentro del cuerpo de la víctima, hacen que recibir un tiro sea un trance, si bien no siempre mortal, siempre angustioso y de secuelas gravísimas.

Sumemos a eso que la mayoría de las víctimas de tiroteos reciben los balazos en el torso, donde se concentran la mayoría de los órganos vitales, y te harás una idea. Añadamos un último detalle: la hemorragia puede hacer que tardes horas, e incluso días, en morir si no recibes la asistencia adecuada, como demuestra el caso de Tim Roth en Reservoir Dogs. Eso sí: al revés de lo que se ve en muchas pelis, la víctima del balazo no suele caer a tierra tras el impacto (salvo, gran paradoja, si lleva un chaleco antibalas, o si el proyectil impacta en un hueso).