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Los francotiradores soviéticos

Una gran parte fueron mujeres y una de ellas llegaría a ser la primera ciudadana de la URSS recibida por un presidente norteamericano

Los francotiradores alcanzaron su mayoría de edad en el frente estático de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, un entorno ideal para mostrar toda su valía. Cuando acabó la lucha, los principales combatientes olvidaron rápidamente las lecciones tan duramente aprendidas, descuidando el equipamiento y el entrenamiento de sus francotiradores. Tan sólo la Unión Soviética continuó reconociendo su importancia, hasta el punto de que, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo tenía unos 60.000 francotiradores entrenados, más que los demás contendientes juntos.

Los soldados con aptitudes para hacer fuego con precisión recibían un entrenamiento de tres semanas en alguna escuela de francotiradores, en la que aprendían a disparar, camuflarse, observar, orientarse en el terreno y, algo específico de la formación soviética, a combatir en regiones boscosas o áreas edificadas, sacando partido a las múltiples ventajas que ofrecían. Además del fusil de francotirador, aprendían a manejar granadas de mano, bayonetas, subfusiles y fusiles contracarro. Esto se debía a que, una vez terminado su periodo de entrenamiento, se incorporaban a unidades corrientes de infantería, combatiendo en muchas ocasiones como un soldado más.

Actuando siempre por parejas, formadas por un observador y un tirador que podían intercambiar sus puestos, sus tareas en el frente consistían en eliminar, en primer lugar, a los francotiradores enemigos para poder actuar con libertad, luego acabar con sus mandos y, por último, reducir el fuego enemigo poniendo fuera de combate a los servidores de las ametralladoras y morteros y a los observadores que dirigían a la artillería.

A veces se combinaban varias parejas para misiones especiales, como inmovilizar a una columna enemiga, logrando efectos devastadores. Durante los primeros compases de la invasión alemana, la acuciante necesidad de reponer las inmensas bajas sufridas hizo necesario acortar la duración de los cursos a unos pocos días. Después, los novatos, apodados zaichata (lebratos), se asignaban por parejas a un tirador veterano que trataba de enseñarles los rudimentos del oficio antes de que el enemigo los matara.

Su armamento específico estándar consistía en el fusil Mosin-Nagant M1891/30 de 7,62 mm de calibre equipado con una mira telescópica PE o PEM de 4 aumentos, o la más sencilla PU de 3,5 aumentos. Portaban normalmente 120 cartuchos de diversos tipos, incluyendo proyectiles corrientes, perforantes-incendiarios, trazadores o explosivos. Hasta 1938 se fabricaron más de 53.000 de estos fusiles y desde 1942 se alcanzó el ritmo de unos 50.000 anuales.

Cuando el ejército adoptó el fusil semiautomático Tokarev SVT 40, enseguida se adaptó para el tiro de precisión acoplándole la mira PU, aunque resultó ser un arma poco precisa más allá de los 500 metros. Vestían cualquir prenda que les permitiese moverse con comodidad y pasar desapercibidos. En verano usaban amplios blusones de camuflaje y en invierno trajes blancos de abrigo para confundirse con la nieve y poder soportar inmóviles las bajísimas temperaturas.

Los soviéticos consideraron a las mujeres especialmente aptas para actuar como francotiradoras. Valoraban su paciencia, su astucia, su mayor resistencia al frío y su capacidad para soportar el estrés del combate. Se formaron principalmente en la Escuela Central de Francotiradoras, próxima a Moscú, dirigida por Nora Chegodaeva, una veterana de la Guerra Civil española. Se estima que entre las 1.061 graduadas de la escuela y las 407 instructoras, mataron a unos 12.000 soldados alemanes.

Muchos francotiradores soviéticos se convirtieron en leyendas y recibieron el título de Héroes de la Unión Soviética, la más alta condecoración de su país. De los diez francotiradores más mortíferos de la Segunda Guerra Mundial, el primero fue el finlandés Simo Häyhä, con más de 542 víctimas confirmadas. Los nueve siguientes fueron soviéticos, todos con entre 500 y 400 enemigos muertos, con Iván Sidorenko a la cabeza. Su carrera comenzó en la Batalla de Moscú en 1941, especializándose poco después en formar a otros francotiradores.

Vasili Záitsev fue el más popular de todos (aunque sólo logró acabar con 225 enemigos) gracias a su obra «Memorias de un francotirador en Stalingrado», donde dejó constancia de sus hazañas, que serían inmortalizadas también en la película Enemigo a las Puertas. La francotiradora más exitosa, con 309 enemigos en su haber, fue Liudmila Pavlichenko. Después de ser herida, realizó en 1942 un viaje propagandístico por EEUU, Canadá y Reino Unido, siendo la primera ciudadana soviética recibida por un presidente norteamericano.

 

Leido en abc.es